Este próximo viernes, día 15, se cumplirán cien años de la
muerte de un hombre bueno. Quizás eso no sea noticia, pero sí lo es que, además,
fuera alguien importante. En épocas, aquellas y estas, en que ambos
calificativos parecen tan distanciados entre sí. Era leonés, por otra seña,
quizás el más distinguido de su siglo, sin duda uno de los más relevantes de
siempre, de aquellos por quienes más que orgullo (ese sentimiento superfluo),
cabe sentir estímulo. Me refiero, por supuesto, a Gumersindo de Azcárate.
Nacido con el final de la Primera guerra carlista y
fallecido el año de la revolución soviética, Azcárate vivió y actuó a la altura
de su época, de unos tiempos turbulentos y trascendentes; esos que ahora creemos
vivir a diario. Y desde su refugio de Villimer, donde acudía para proveerse de sosiego
y meditación cada vez que se lo permitía su infatigable actividad, León estuvo muy
presente en sus obras y cuidados. Jurista reputado y respetado, intelectual cuando
eso significaba mucho y comprometía a mucho, escritor de filosofía, política o
historia, profesor universitario y pedagogo renovador, diputado republicano y
reformista, legislador preocupado por la cuestión social y la transformación de
su país (su ley contra la usura de 1908 continúa vigente, la “ley Azcárate”)…
En el terreno educativo, quizás su primer afán, defendió la libertad de cátedra
universitaria al coste de su expulsión, fundando con otros reformistas e
intelectuales el que habría de ser cardinal aporte a la cultura hispana, la
Institución Libre de Enseñanza (1876). Con otros talentos inquietos de su
tiempo (Giner, Cossío, Fernández Blanco, etc.) alumbró también la Fundación
Sierra-Pambley en León (1887), que preserva su espíritu y lo celebra estos
días. Universidad, UNED, ILE, Fundación Entrecanales y Diputación (¿el
Ayuntamiento…?) han colaborado en el Simposio que esta semana congrega a los
mejores especialistas en Azcárate y su tiempo y publicará un compendio de
estudios.
Cuesta hoy encontrar alguien semejante (esta semana murió
Manuel Marín…); una generación en este caso, que aúne altura y compromiso
intelectuales, responsabilidad y entusiasmo en los propósitos, mesura y
coherencia en las acciones. Cuesta porque nuestros referentes del pasado o son tan
remotos como maleables o se ligan a extremismos bidimensionales. Poco o nada
hallamos en ellos de la moderación y la firmeza en la defensa de valores básicos
e ineludibles entre todos esos fuegos de artificio que tanto cautivan y tanto
vacío dejan tras de sí. Como solo aquellos individuos que merecen ser
distinguidos del remolino inmisericorde de la historia, Azcárate aún representa
virtudes y mensajes contemporáneos cuya puesta al día cuesta apenas un ligero
esfuerzo de reajuste, porque siguen siendo asuntos que nos conciernen a todos. Hace
cien años y ahora seguimos dependiendo de las personas buenas.
(Publicado el 10/12/2017 en La Nueva Crónica de Léon, en una serie
llamada "Las razones del polizón": https://www.lanuevacronica.com/azcarate-un-hombre-bueno)
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