Repasan estos días en las Cortes regionales las cuentas del
gran capitán de la edición cuellarana de Las
edades del hombre, número veintitantos de la serie, tal vez ya culebrón.
Este proyecto cultural arrancó en 1988 en Valladolid, de la mano de José Velicia,
ya fallecido, y José Jiménez Lozano, con cuatro fases que incluían además Burgos,
León y Salamanca, la última muestra prevista para el año 1993-94. Aquellas innovadoras
exposiciones supusieron un enorme éxito de público y no poca aportación: venían
a reformar la imagen del patrimonio en manos eclesiásticas propiciando su recuperación,
restauración y estudio y una forzosa vindicación después de décadas de expolio
en que la iglesia católica tuvo no poca responsabilidad. Esa institución
alcanzaba por fin gracias a ellas una posición actualizada y de modernidad
respecto a la cultura patrimonial que se había hecho de rogar. Su sesgo catequético,
criticado entonces por algunos, no empañaba en absoluto el planteamiento, sino
que entraba dentro de la contrastada coherencia que caracterizó aquel plan. Sin
embargo, como tantas veces, se murió de éxito. La fórmula no sólo fue imitada
en muy distintas y distantes regiones que llevaron a cabo hijuelas de “Las
Edades” convertidas en marca de la institución, sino que, además, se estiró
hasta niveles incómodos el planteamiento original y hasta se estandarizó su
éxito, motivando situaciones bochornosas para aupar audiencias que hace poco
tuvieron reflejo mediático por una denuncia no menos sainetesca. Hasta
episodios sombríos hubo -¿qué fue de aquel curilla y su hermana, huidos del
barco a media singladura?-.
Sin embargo, en las Cortes de Valladolid se ha debatido
únicamente sobre cuál ha sido el aporte de esta entrega para dinamizar la
economía local: cifras sobre gasto por visitante, de desempleo o de pernoctaciones.
Ni una palabra acerca de lo que ofreció, si fue algo, en materia cultural. Cabe
preguntarse por qué este proyecto sigue acaparando fondos del departamento de
cultura, si se trata de un asunto meramente económico. La exposición supone la
principal baza del gobierno autonómico en materia expositiva, y la elección del
lugar, que ha alcanzado niveles sonrojantes de candidatura olímpica de pueblo,
se ha convertido en acontecimiento berlanguiano, señoreado por quién sabe qué
personajes e intereses.
Llegados aquí, no es de extrañar que ayuntamientos como
Villafranca del Bierzo pugnen por “ser designados” graciosamente futura sede de
Las Edades (y van…), pues entra en la lógica de anhelar algo aparentemente
beneficioso. Lo que no se explica tan bien es por qué esta comunidad autónoma
sigue ofreciendo como producto principal uno tan enmohecido. Aunque quizás sea porque
se ha convertido sin pretenderlo en un reflejo fidedigno de la penosa situación
de esta tierra: envejecida, vacía, intrascendente.
(Publicado el 26/11/2017 en La Nueva Crónica de Léon, en una serie
llamada "Las razones del polizón": https://www.lanuevacronica.com/terquedades-del-hombre)
No hay comentarios:
Publicar un comentario