Con tanto milenario, centenario y cumpleaños redondo o
redondeado, se nos pasan algunos más discretos pero no menos trascendentes. En
1917, Marcel Duchamp ponía ante los ojos de la Sociedad de Artistas
Independientes de Nueva York, y ante el mundo, un urinario bajo el título de
“Fuente” que habría de convertirse en la puerta de entrada a buena parte del arte
del siglo XX y lo que llevamos del presente. Un gesto a la altura de la toma
del Palacio de Invierno (más centenarios…) que, pese a ser censurado de
inmediato, nadie pudo desactivar. Hasta ahora.
Han pasado cien años, lo que, según cierta legislación de
Patrimonio cultural, convierte aquel retrete en obra a conservar aunque no
hubiera sido exhibido como arte, aunque hubiera sido y servido como un
mingitorio desde siempre y hasta hoy. Su mera pervivencia hasta el presente lo trueca
en objeto patrimonial y cultural. De hecho, cualquier urinario centenario lo
es, aunque algunos tienen más valor, sobre todo si se manifiestan “performativamente”
con la debida oportunidad. Don Marcel tenía razón, por supuesto. O tal vez no, y
es solo el tiempo el que la tiene.
Duchamp, mejor pensador que artista, quizás no acabó de sopesar
el carácter fundacional de aquel gesto, acaso en su momento más una invectiva
personal (todo es personal) que una proposición teórica de calado, pero su retrete
vertical ilustraba la pregunta que él mismo formularía después con la fuerza de
un icono categórico: ¿se pueden hacer obras que no sean de arte? Décadas más
tarde, el último chamán del arte de vanguardia, Joseph Beuys, afirmaría que “cada
individuo es un artista”, cerrando el círculo en que se encierra y despliega la
imaginería de nuestra centuria, para bien y para mal.
Objetos encontrados (readymades) y cadáveres exquisitos hay por doquier, tan solo
hace falta darse una vuelta, sin ánimo exhaustivo, por cualquier museo o
galería de arte para percatarse del abuso de aquel inexcusable gesto del
excusado que ha poblado esos espacios con toda suerte de hallazgos, invenciones
y ocurrencias más o menos afortunadas. El tiempo inclemente pondrá en su lugar
a la mayoría, ya que nosotros no podemos hacerlo por culpa de don Marcel. Como
ya sucediera en otras épocas de la historia, hemos depositado nuestra capacidad
de juicio artístico en manos de expertos que aún siguen hablando de la
democratización del arte como si tal cosa tuviera un sentido o la cultivaran. La
creación de nuestros días, tanto en las artes plásticas como en otras muchas,
saquea el baúl de la historia para que el espectáculo continúe haciendo caja,
de la misma manera que las demás industrias del entertainment lo hacen con todo fruto cultural aún jugoso o
ahumado. El pasado y sus “fuentes”. Lo antaño revulsivo hoy es simple
refrigerio, capaz de tan momentáneo pero necesario alivio como el que presta un
urinario en el momento preciso. Así que pasen cien años.
(Publicado el 12/11/2017 en La Nueva Crónica de Léon, en una serie
llamada "Las razones del polizón":https://www.lanuevacronica.com/excusado-publico)
Esta entrada es tan buena que la robo, copio y plagiaré en cuanto tenga ocasión.
ResponderEliminarMuy buena.