Ya se han ido, no hay vuelta atrás.
Poco importan ya los argumentos. Poco importa la historia,
esa meretriz, y la cultura, ese alcahuete, los mapas de la Edad Media con
colorines y las banderitas y peroratas sobre esto y aquello. Poco importa la
Constitución y las leyes poco importan ya. El sentimiento domina, se ha
consumado el proceso, que era precisamente la creciente hegemonía de una
sensación: la creencia en una solución simple, sustancial, afectiva. Y, como
estaba previsto, se han ido.
Quizás con otros gobiernos por ambas partes, con otra
política, hace años, meses incluso, las cosas habrían sido diferentes. Habrían
podido convenirse soluciones que dejasen fuera de juego la exclusión y modulasen
las pasiones. Pero no ha sido así. Después de tantas advertencias y de ver a ministros
y al presidente reiterando que no habría referéndum, lo hubo. Y aunque fuera
una farsa, la farsa se transformó en épica desde el momento en que la policía
intervino. La épica que necesitaba el independentismo, la épica que les ha
hecho ganar pese a todo: la que dice adiós, España. Las fuerzas de orden público
hicieron su trabajo, seguramente con pulcritud, no cabe reprocharles nada: sí a
quien les envió contra ciudadanos pacíficos que votaban en un supuesto remedo. Enviarlos
convirtió ese simulacro en una realidad mucho más poderosa que un referendum. Fue
una despedida.
En esa cuenta que ahora debemos liquidar no ayuda la
reacción de buena parte de la opinión pública y publicada. ¿De dónde ha salido
tanto odio? ¿Cómo no sentirse otro en medio de tales arrojos patrióticos? En
toda confrontación visceral, los “equidistantes” (qué palabra…) son víctimas de
ambos bandos. Me niego a tomar partido, nada ni nadie puede obligarnos a ello,
y creo que esa es la esperanza para muchos, quizás para todos. Pero constato
una realidad: no hay retorno. Adiós.
Se han ido, sea más tarde o más temprano. Esta semana (el
día 6 fue aniversario de la proclama de Companys) o el año próximo. Da igual,
porque está hecho. Por ese motivo ahora, mejor temprano que tarde, hay que recomponer
la cordura y reconocer que cabe acordar un buen final para que se convierta en
un buen principio, una nueva relación, un hasta pronto. Debe hablarse de
futuro. Convoquemos un pacto de familia, hablemos desde la fraternidad. Quitemos
la razón a los que quieren enfrentarnos. Dejemos que alguien medie, desde
Europa tal vez, ya que de este gobierno solo se espera más torpeza y el jefe
del Estado se ha puesto del insuficiente y vetusto lado del “ordenamiento vigente”
(no ha entendido, qué lástima…). Quizás una vez que hayamos liberado ese nudo
podamos dedicarnos a los graves problemas que tenemos pendientes todos;
catalanes, españoles, europeos. Estas son líneas de una despedida dolorosa.
Siento que os vayáis, siempre seréis hermanos. Son días tristes; hagamos que
los venideros no lo sean más.
(Publicado el 8/10/2017 en La Nueva Crónica de Léon, en una serie
llamada "Las razones del polizón": https://www.lanuevacronica.com/adeu-germans-y-hasta-pronto)
No hay comentarios:
Publicar un comentario