Todo se acaba, y el verano mucho más. El verano se está
acabando desde el primer día. Desde sus mismos inicios hay agoreros que, a los
primeros frescos esporádicos, exclaman “se acabó el verano”. O más
sibilinamente: “ya menguan los días ¿eh?”, “Se nota el relente de madrugada más
que antes”, etcétera. Nos molesta que el verano se prolongue más que las
vacaciones; eso, amigos, no se puede tolerar. Si el clima no acompaña nuestro
estado de ánimo, como sucede en la novela negra, al menos podría concordar con
el laboral. Fíjense que esta perecedera sección de extinciones varias y
canciones pegadizas concluye una semana antes de que el verano, el astronómico
y hasta el climático, concluya a su vez. Lo dicho.
Además, este estío ha sido más cargante que otros, más afanoso,
más concienzudo. Atrás quedan los julios y los agostos en que el periódico
mermaba al tiempo que lo hacían las novedades hasta que llegaba un momento en
que el mundo parecía suspenderse quieto como el mismo sol cuando alcanza su
cénit y nos invita gentilmente a no mover un músculo. Agosto no ha sido
agostizo, y, contra toda presunción, ha colmado los titulares de prensa de
premoniciones sobre el futuro, a poco que no nos empeñemos en vaticinarlo en el
vuelo de las aves. Un futuro seco y caluroso, de embalses consumidos y tierras
yermas. Un futuro de huracanes colosales y lluvias súbitamente enloquecidas que
parten por el medio largas y despiadadas semanas de soles crudos. Un pirómano,
sediento y perturbado porvenir. Este verano nos ha anticipado el cambio
climático y la agonía de nuestro medioambiente en forma de suplemento
vacacional, de cuaderno de vacaciones Santillana profusamente ilustrado: esos deberes
para los próximos cursos que siempre dejamos en blanco para el día siguiente.
Es cierto que para entretenimiento de cercanías contamos con
temas enjundiosos de mucha tinta y letra grande. “El desafío soberanista”, que
suena a peli de Schwarze, o “la amenaza atómica coreana”, que también tiene marchamo
fílmico, del Bond de los de antes, de cuando no se despeinaba y era puro
Broccoli. Pero con el final de las canículas veraniegas, quizás deberíamos contraponerles
tareas aún más sustanciales, para poner cada cosa en su sitio. A largo plazo,
además, más que los conflictos alarma la forma en que son abordados: buenos y
malos, síes y noes, sol y sombra. Hay en todo lo que se dice y se hace una
vocación de enfrentamiento, de guantada y duelo a pistola sin respetar ni los
pasos ni la ceremonia, a lo OK Corral. Mal negocio esa desprivatización: la
conversión en públicos de los modos y maneras de lo privado sólo amplifican el
ruido, la furia y el desconcierto.
Hay quienes se van en septiembre de vacaciones. Afortunados
ellos. A mí me dicen que volveré a este lugar. Será con otra vitola, porque el
verano, lo que es el verano…
(Publicado el 9/9/2017 en La Nueva Crónica de Léon, en una serie
estival llamada "Extinto de verano": https://lanuevacronica.com/vacaciones-de-verano)
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