El problema de las buenas ideas consiste en qué hacer con
ellas cuando dejan de serlo, cuando ya no sirven. No existen consejos de
administración donde regalarles una dorada jubilación para que no incordien. Es
más, nos empeñamos en mantenerlas en activo con argumentos tan inservibles como
la tradición (todo es tradicional, desde las matanzas a la estulticia) o el
sentimiento (todo es sentimental, desde… ya saben). Como ocurre con los
trastos, se convierten en un estorbo o se usan como remiendo ocasional.
A falta de nombre mejor, a una podríamos llamarla confesionalismo.
Un credo oficial y los consiguientes alardes públicos de la fe religiosa sostuvieron
sociedades y reinados omnímodos durante la Edad Media y mucho más tiempo. Pasado
su momento, sin embargo, en cuanto las creencias de uno dejan de ser un asunto
particular e íntimo, no hacen más que causar problemas, a veces de calado planetario.
Cuanto menos cancha se da a su expresión, más inocuas y tolerables se tornan. Por
ejemplo, en la semana santa los problemas de tráfico y de intransigencia colectiva
caducan pronto, porque en definitiva se trata de una exaltación postiza, de
quita y pon, apta para mejorar la caja de resultados de la principal industria local
y hacerse fotos. Tanto la profusión como la insistencia delatan su carácter
terminal.
Algo parecido sucede con el nacionalismo, otra criatura
rancia. Durante siglo y medio sirvió fiel y útilmente a los intereses de nuevos
Estados, sus gerifaltes y algún poeta arrebatado. Después ha tendido a convertirse
en un terrible monstruo, un monstruito ridículo o un mero lastre: un juguete
peligroso casi siempre. En este caso una terquedad obtusa suele delatar ocultas
y ladinas intenciones y también aquí los pleonasmos revelan su agotamiento como
idea digna de atención. Inflamados de fe en algún dios verdadero o de
exaltación por alguna bandera legítima, nos comportamos como un mono con dos
hachas y las agitamos contra todo lo que se mueve alrededor.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 29/4/2017: http://www.lanuevacronica.com/trastos)
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