El fútbol es una metáfora del mundo (o una metonimia, según),
como podrían serlo el vóley o la petanca. Pero de tanto estirarla a menudo no
da suficientemente de sí, pese a que haya partido todos los días. Así se
explica que para llenar huecos debamos recurrir a los cotilleos de vestuario o la
relajada privacidad de los jugadores, tal como si importasen o formaran parte
del juego. La existencia del Marca o el As, con ejemplares intercambiables válidos
para cualquier semana, verifica esa insuficiencia y la necesidad de prótesis.
Tal sistema se ha desplazado a asuntos de mayor enjundia. La
política, por ejemplo. Nos pasamos el rato leyendo acerca de “movimientos
precongresuales” (que suena a digestión pesada y muy intestinal), deshojaduras
de margaritas, postulaciones de candidatos, rifirrafes y disputas de colegio,
quítate-tú-que-salgo-yo. Chismes de vestuario. Supimos de Vistalegre como si se
tratara de la final de la champions
cuando era un entrenamiento con público, y ahora la larga marcha del PSOE parece
la interminable selección de un entrenador de postín durante la pausa veraniega.
Después viene el silencio. No retrasmiten el encuentro. Nada sobre políticas,
sobre qué hacen, por qué, para qué, para quién. Cosas que tampoco parecen
importar a los periódicos, redactados para que los lean quienes aparecen en
ellos y sus hooligans.
La elección de un Silvañueco
al mando del Partido Púnico y Único de esta nuestra comunidad puebla de
publirreportajes la prensa, tan sufragados como excusables. Para sonrojo propio
y extraño, ojeamos esas vacuidades como las informaciones que preceden al
fútbol: nada revelan. Y mientras unos y otros “apuestan” como en las casas de
juego deportivo, el partido no lo dan en abierto. Tendremos que enterarnos por
los comentarios posteriores: lamentos, tópicos, banalidad. Mientras nos enseñan
el vestuario por la mirilla, tengo la impresión de que el verdadero juego se
nos escapa. No vemos lo que, en efecto, nos concierne.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 18/3/3017)
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