lunes, 13 de marzo de 2017

Espionaje



 
No hacía falta que viniera el preso de If a señalarlo, que volviera Julian Assange a filtrar esas toneladas virtuales de documentos que luego nadie ve por ningún lado. Ya lo sabíamos. Supongo que a todos nos pasa, pero noto la inquietante sensación de ser vigilado cada vez que contemplo el hueco negro de la pantalla apagada del televisor. Durante ciertos soplos de paranoia supongo que mis pasos con el móvil en el bolsillo se convierten en un puntito parpadeante que se mezcla con muchos otros en el monitor de un becario de Langley, Virginia. Hasta me he figurado que alguien puede tomar el control de mi coche, si me apetece salir de copas. Cada gadget que nos rodea es un coladero que la CIA -y hasta la TIA- nos coloca, como el chip de los perritos.
Sin embargo esto ya nos lo habían dicho, pero por la forma de decírnoslo no nos lo habíamos creído. Le Carré, las películas del impávido Bond o del torturado agente Bourne, hasta las misiones imposibles de Cruise, y en resumidas cuentas cualquier thriller político o de acción de los últimos tiempos nos vienen describiendo el alcance global, micro y macroscópico de esta vigilancia, bíblicamente “extendida por toda la tierra”. Estamos cercados por muros más altos que los de don Donald. No lo creíamos porque era ficción y entretenimiento, pero la ficción suele ser un simple remedo de la realidad, y a menudo ni siquiera la supera o la anticipa, simplemente la abrevia. Incluso las películas españolas son veraces si nos atenemos a la catadura y efectividad de algunos casos patrios, entre Anacleto y Torrente: el de la agencia catalana Método 3 o las escuchas en la comunidad madrileña... Nos damos cuenta ahora, gracias al ilustre cautivo australiano del pelo cano y la lengua afilada de que invenciones novelísticas o cinematográficas sólo son inverosímiles en la medida en que crean un mundo donde los buenos triunfan o las historias tienen una lectura moral o un sentido. Eso sí es ficción, pero el resto era verdad.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 11/3/2017)

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