sábado, 28 de enero de 2017

Libelo



 
La primera víctima del tabernáculo hortera que ha ocupado el despacho oval es la prensa. No en vano, Trump sabe bien lo que se juega: existen fundadas sospechas sobre cuánto le han ayudado a ganar ese puesto por un lado la desinformación, los bulos aventados por la caja de resonancia exponencial de las redes, y por otro el desprestigio de los medios de comunicación tradicionales, cuyo espacio de credibilidad está ocupando ese pollo sin cabeza (o cuya cabeza es hurtada a la luz). Un desprestigio que, en una buena medida, no es responsabilidad de Trump, ni de los trumps del mundo, por mucho que les beneficie y explique su ascenso. El poder del cuarto poder se juega cada día en el tapete de cada reportaje con segundas, en cada noticia mal verificada, en cada pleitesía a los intereses económicos o personales de los propietarios del periódico, en cada información que se sabe incorrecta o infundada, pero que aun así se difunde porque interesa, aunque nada tenga que ver con el periodismo. Y, demasiado a menudo, pierde la partida, porque su poder reside única y exclusivamente en el crédito. Mientras periodistas honrados se guarecen en trincheras dispersas y eventuales, todos son metidos en un mismo e injusto saco.
Por eso cada vez que se escribe un titular tendencioso o inclemente, burlón o chusco, grosero, pendenciero o sensacionalista para captar audiencias con bajos instintos; cada vez que se hace un comentario despectivo o una crítica ácida impelida por antipatías o dilecciones personales, para saldar cuentas o menear fobias, cada vez que se coloca una diana o se retira un foco adrede, cada vendetta que se airea en un párrafo inicuo o cada alianza que se lisonjea fuera de lugar y de tono, se juega al juego de Trump y los suyos. Ese en el que siempre ganan. Deslizándose por ese tobogán, a la sombra del poder, al final no se publican periódicos, sino libelos, formas variadas de maledicencia de las que solo salen indemnes quienes se peinan el alma con laca.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 28/1/2017)

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