domingo, 27 de noviembre de 2016

Petición




Hace más de dos años (30/8/2014), este espacio acogió estas palabras: “Hace días recorrí un tramo de carretera de esta provincia que aún conserva el sabor de aquellas avenidas verdes en las que el sol se entrevera con la sombra acogedora de un túnel de frescura. Me refiero al que se aproxima recta y bucólicamente a Gradefes desde Casasola de Rueda, en paralelo al Esla: unos kilómetros epifánicos de la previamente tortuosa LE-213. Recorrerlos, con la lentitud que exigen, acaba por convertirse en uno de esos goces que no aparecen en las guías turísticas ni se escriben con gastadas letras de panegírico, uno de esos que se topan sin buscarlos, de los que acaban por recordarse. Cuando se sale de esa galería esmeralda o, si es de noche, de esa bóveda entre fantasmagórica y acogedora que quizá convoca el instinto recónditamente familiar de nuestros orígenes como animales del bosque, se echa de menos su apostura de cosa antigua y bien pensada. Y se añoran aquellas que fueron incomprensiblemente taladas… en este rincón de la vega del Esla, los árboles se alinean en fila india en los márgenes de la calzada con una voluntad de cosa concebida para dotar de naturalidad y belleza a algo tan humanamente insidioso como es el asfalto. Allí, humildemente, una mano anónima y el paso del tiempo nos regalan un soplo de pura complacencia”
Se celebra estos días la Feria de turismo del Interior: estos sitios son los que hacen de ese interior un lugar digno de conocerse, y no las comparsas de época que escoltan a nuestros políticos con cara de circunstancia. Vendemos mascaradas cuando sobra naturalidad. Ignoraba entonces que esos árboles son chopos o negrillos autóctonos, no americanos, con su corteza oscura, añosa y áspera; y que el anterior ayuntamiento de Gradefes los protegió como cosa digna de ello. Parece ser, sin embargo, que el actual ayuntamiento pretende desampararlos y, tal vez, dar pábulo a su tala, a un insensato instinto arboricida. No lo hagan, se lo ruego. 
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 26/11/2016. La foto es de Vega)

sábado, 19 de noviembre de 2016

Comparaciones



 
Daba la impresión de que era diferente. La señora Cifuentes de la señora Aguirre. Pero no; como solía hacer la condesa, la presidenta de Madrid ya metió la pata hasta el corvejón con una de esas declaraciones que no acierto a dilucidar si revelan más insensatez o más egoísmo, lejos de la visión que cabe exigir a un político, y de esa “nueva política” que pretende regenerarse. Regenerarse es retornar a la sensatez. Pero ella ha afirmado este jueves, ni más ni menos, que “los madrileños están pagando 3.000 millones de euros para que los andaluces tengan sanidad, educación y demás”, o sea, que están pagando la sanidad y la educación de los andaluces. Este tipo de discursos se lee o escucha a menudo: los voceras del localismo enseguida elevan el grito al cielo cuando alguna cifra o supuesto agravio favorecen sus aspiraciones. Y me refiero a las suyas, como político o como partido, no a las del común. Si a las de todos fuera, medirían sus palabras con las reglas de juego. Reglas que ridiculizan ese planteamiento. En esa misma lógica lo siguiente es afirmar que los del Barrio de Salamanca están pagando la sanidad y la educación a los de Carabanchel. Afirmación que haría el concejal del barrio fino, por supuesto. También podría decir Moscovici que ciertos europeos están pagando la fiesta de los españoles, portugueses, etc. como creen algunos descerebrados alemanes. Concluyendo: un sinfín de majaderías que acaban alumbrando humillaciones incendiarias de ida y vuelta.
Es evidente que esta afirmación se hace en el contexto de una renegociación de la financiación autonómica, pero no lo es menos que su verbalización pública otorga alas a un discurso que nos rasga las vestiduras cuando se formaliza en candidaturas y votos. Dígalo usted, señora Cifuentes, en la mesa negociadora, en privado, si quiere, y háganse unas risillas entre todos después, pero háganos el favor de evitar estas simplezas con un micrófono delante. Son falsas y, sobre todo, peligrosas.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 19/11/2016)

domingo, 13 de noviembre de 2016

Entrampados



 
“Una mañana, tras un sueño intranquilo, el país más poderoso de la Tierra se despertó convertido en un monstruoso insecto… Numerosas patas, penosamente delgadas en comparación al grosor normal de sus piernas, se agitaban sin concierto. -¿Qué me ha ocurrido?...” (Gracias por el préstamo, Franz). Que ganó el bicho. De la risa pasamos al susto y al final hubo muerte. Esto no es Hollywood (allí ganó Hillary) con sus happy endings. Y van tres (o más): el Brexit, las FARC y ahora este Berlusconi paquidérmico. Falta Le Pen para bingo. Cuando lo absurdo se convierte en normal, la normalidad ocupa su hueco: despertamos y el señor Samsa gobierna el mundo. Hay muchas posibilidades de desmenuzar este triunfo de lo impensado, contra sondeos, pronósticos y toda lógica (ese trasto viejo), pero el fenómeno de rechazo en las urnas a los valores admitidos como propios de la cordura política asienta sus bases en los errores de esa misma política. No cabe responsabilizar a los electores, soberanos siempre, sino a quienes han gobernado defraudando a aquellos hasta hacerles caer en una peligrosa e incoherente coherencia. Votan a Trump porque creen que va a cambiar las cosas, independientemente del sentido (o sinsentido) de ese cambio. El cambio se exige y los políticos de siempre no lo garantizan, han desilusionado demasiado. El vaso se colmó con las últimas “salidas” de la crisis. Puestos a buscarlos, el primer responsable es el Partido Republicano (el partido de Abraham Lincoln…): si su programa es el mismo que el de Trump, por eso; y si no lo era, por haber permitido que usara sus siglas. El segundo es el Demócrata: antepusieron dinastías y turnos asignados a las preferencias y demandas de sus electores. Y de poco vale argumentar ahora que los poderes del país limitarán lo que dijo en campaña, y será muy distinto lo que haga: ha ganado con lo que dijo, no con lo que hará. Lo acusaron de antisistema, pero Trump es un producto genuino del sistema. Su metamorfosis.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 12/11/2016)

domingo, 6 de noviembre de 2016

Tema



 
Algunas semanas aparece enseguida, nítido e indubitable desde su modesta revelación, las más de las veces por una casualidad, un despiste, una noticia, un comentario. Y una vez la cuestión se ofrece, el tono brota con la primera frase, la aseveración que le da sentido, o con el disimulo que escoja el párrafo inicial para revelarlo después, rápidamente, pues es mínimo el hueco y ha de ser pronta la resolución. No hay dudas de entrada; se acumularán después.
La primera redacción irrumpe rauda, repleta de frases huecas, erratas, anacolutos, deplorables ideas mal expresadas: un basto leño a cepillar en ratos libres. Esos ratos lo labrarán durante días: un adjetivo inútil cercenado, un verbo más preciso sumado, una frase a la papelera, otra al taller, otra que cambia de emplazamiento, otra que marco en rojo para eliminarla después. Y mientras la opinión se pondera o se recrudece, se entona o se diluye, comienza a declararse y se pierde un poquito el control. Pienso en quién leerá: si estará de acuerdo o no, pero sobre todo, si entenderá estas razones aunque no las comparta, y si deducirá que hay que exponerlas en esta caja angosta y limitada, y de ahí su maximalismo ocasional, su esquematismo, abocetamiento y sobreentendidos.
Cuando acabo de bruñir, lo leo del tirón por vez primera. Para cerciorarme del ritmo, una cadencia que, quizás, sólo yo tarareo, pero sin la cual no me siento a gusto. Manías. Los signos de puntuación componen ese soniquete imperceptible. Finalmente, lo imprimo. Los tecnopléjicos seguimos leyendo en papel. Allí se emplata: tachones, interrogantes y signos herméticos de una última corrección. Y se envía, el viernes por la mañana, a poder ser temprano. El sábado lo ojeo apenas, por si algún duende de imprenta. Después, a archivar y al blog, una segunda vida comatosa. Sic transit. Así que, aunque parezca que sale del tirón, en cierto modo paso la semana descifrándolo. O no. Esta semana no apareció… Rellenen el hueco como gusten, por favor.
(Publicado en La Nueva Crónica de León el 5/11/2016)

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Bodegón



 
De entre todos los géneros de la pintura, quizás el bodegón concite más sutilmente que ningún otro una ambición absoluta y humilde. La exhibición de una naturaleza muerta (o “quieta” como sugieren otros idiomas, quizás más atinados: still life) mediante la presentación de objetos menudos, mezcolanza habitual de perecederos (naturalia) y enseres humanos (artificialia), suele ofrecer ocasión para el lucimiento del artista en el tratamiento de superficies diversas y de los efectos lumínicos convocados sobre ellas. En este sentido, supone una declaración de virtuosismo, una especie de tour de force contra la realidad, de la que pocos salen laureados. Pero más allá de la pericia del ojo y la mano, este repertorio dilecto de los barrocos se convirtió en una exhibición de su propia idiosincrasia como sociedad y como cultura. De ahí que hallemos notables diferencias, por ejemplo, entre el bodegón holandés, ahíto de la exuberancia propia de una comunidad próspera y satisfecha, y el concentrado y austero español, replegado sobre su propia pesadumbre. Y de ahí que la inclusión de cada objeto convoque sutiles y alambicadas alusiones alegóricas que a menudo introducen estos acopios en el terreno de la iconología y la vanitas, donde tanto ahonda el alma melancólica de esos siglos de oro de la imagen pintada.
Clara Peeters, la extraordinaria bodegonista del barroco flamenco a la que el Museo del Prado dedica una exposición singular hasta el próximo febrero, congrega esas cualidades en uno de los primeros y más completos casos. Pero, además, ella se retrataba sutilmente en el azogue de los recipientes de vidrio o metal que pueblan sus tablas, a menudo provista de su paleta de pintura, tal vez como sutil afirmación de su condición de mujer artista, tan comprometida en ese siglo XVII y siempre. O tal vez, con esta discreta presencia aluda a nuestra propia condición, para recordarnos que somos el reflejo de lo que hacemos con esas cosas y ellas, a su vez, nos retratan.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 30/10/2016)