martes, 13 de octubre de 2015

Repetición



 
Tienen nuestros ediles la maniática costumbre de meterse a arreglar lo que no está estropeado, y “retocar” aquello en cuyo sensible equilibrio reside su mérito. Hace muy poquito, cuando el dinero fluía, las calles de las ciudades parecían la isla del tesoro tras el paso de los secuaces de John Silver, y los ciudadanos sorteábamos socavones, zanjas y vallas como quien participa a su pesar en una disciplina olímpica típicamente hispana. Y todo ello para convertir los centros históricos de las ciudades en escenarios intercambiables, rayanos en la simpleza. Se talan árboles, se arrancan bordillos lustrosos y se pavimentan hasta los alcorques con la excusa de peatonalizar, cuando bastaría una mera señal de tráfico. Es otra cosa: es hacer otra ciudad, una más señoritinga y gris, más vulgar, más mediocre, relegando los barrios a una subsistencia menesterosa y arrinconada. Si le añadimos la proliferación de “dotaciones”, esos empeños faraónicos que siguen lastrando presupuestos que no dan para pagar sueldos, el retrato de nuevo rico antojadizo y un punto hortera se completa.
No en vano nuestra historia urbanística acredita como las ciudades mejor conservadas aquellas que antaño no tuvieron dinero para destruirse a sí mismas. La pobreza fue un agente conservador, pues al menos solía ser digna. Pero ahora, pese a tanta restricción y austericidio, ese prurito no cesa. Y, en León, le ha tocado a la Plaza del Grano, quizás el más auténtico rincón de la ciudad, precisamente por haber permanecido indemne, inasequible a tanta moda fatua. Es una plaza incómoda (como muchos monumentos), vetusta, humilde, popular... tan hermosa. Y pese a las explicaciones previas, uno mira las obras cercanas, los resultados a la vista y por eso se pregunta ¿qué necesidad hay de emprender esa remodelación, esa “reparación”? ¿Por qué tocar lo que ha conservado sus virtudes precisamente por no haber sido manipulado? (Esto ya se publicó aquí con el título “Remodelación”, el 11/01/2014).
(Publicado -por segunda vez- en La Nueva Crónica de León, el 10/10/2015)

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