lunes, 3 de agosto de 2015

Secesión



 
 Hubo un tiempo en que Cataluña, Barcelona en particular, significaba la modernidad, aquí y allá, entendida como una manera más libre, cosmopolita y vanguardista de hacer las cosas. El diseny y el seny aleteaban por encima de nuestros miramientos sin las anteojeras y miopías de tierras más interiores. Eran envidiables. Pero ahora resulta que no. De un tiempo a esta parte Cataluña suena rancio, y es una pena. A la famiglia del antaño molt honorable y demás palaus se ha unido irremisiblemente el aire viejuno que, para muchos, tiene el nacionalismo en cualquiera de sus versiones, pues todas abusan de quincallería como patria, identidad, fronteras y otras afecciones. Cosas decimonónicas que en lugar de arreglar problemas los barren bajo alfombras de pompa y circunstancia.
No me caben dudas de que Cataluña sea una nación. Lo he escrito y lo afirmo sin reservas. Ni dudo de que necesite un nuevo marco de relación con el resto del Estado, pues las autonomías no dan más de sí en el formato del café para todos. Tampoco dudo de la enorme torpeza de un gobierno que metió la pata cuando era oposición, impugnando el Estatut, después ha ignorado la existencia de tantísimos catalanes descontentos y ahora aplica eso de “la legislación vigente”, menospreciándolos. O pone un hooligan al frente de su campaña. Pero eso es política. Y si no se está de acuerdo con la política, lo que no te gusta es el partido que la lleva a cabo, no el país donde se hace. Creo que a la mayoría de los españoles no nos parece mal que Cataluña tenga un encaje especial en el tejido del Estado. Creo que a esa mayoría nos parece bien que Cataluña sea reconocida como una nación y tratada como tal en un país que se entienda como compuesto por sentires muy diferentes. Ejemplos hay. Creo en un país que sería mejor país si fuera capaz de explicarse mejor y dar cabida a la Cataluña que quieran la mayoría de los catalanes. Si no creyera esto, pensaría que los catalanes tienen serias razones para irse.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 1/8/2015)

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