domingo, 26 de abril de 2015

Siglas



 
Antaño todo eran siglas. Desde los Estados a las opciones políticas, pasando por las corporaciones o los automóviles. Uno de los últimos gobernadores del Banco de España aún es citado con el horrible acrónimo de MAFO. Saberlas todas parecía cosa de iniciados, inventarse una sonora palabra compuesta de iniciales, tenía algo agorero: los wasp, los yuppies... Pero las siglas, como las patillas de hacha, han pasado de moda, otra víctima colateral de la crisis.
Las marcas que triunfan se enuncian de manera nominativa: ya no hay PCs, hay smartphones, ni hay SMS, sino whatsapp. Los organismos con siglas son siniestros: el FMI, el FROB, la FIFA, el CNI, la OPEP...; cosas frías o antipáticas como el DNI o el IVA... La troika o el “eurogrupo” escamotean siglas, y la antigua OTAN es la Alianza atlántica. Las siglas son crípticas y críticas. La URSS (o CCCP) fue derrotada por un par de palabras eufónicas: perestroika y glasnot. Los USA usurpan el nombre de América y la CEE, luego UE, pretende ser la Unión, aunque sea todo menos eso precisamente.
Los partidos políticos huelen a rancio cuando se pronuncian sus siglas, de ahí que intenten actualizarse. Con poco éxito, ya que los “socialistas” no se han comportado como tales y los “populares” no lo son en absoluto. Triunfan otras cosas: Podemos, Ciudadanos, Ganemos… palabras con la voluntad acogedora de la primera persona del plural, que al mentarlas nos envuelven. Todos somos ciudadanos y todos podemos ejercer esa soberanía que dicen tenemos, precisamente, los ciudadanos. De tal evidencia, su encanto. Pero de ahí también el hueco inquietante que habita su interior cuando, más allá de su campo semántico, se rastrea su sintaxis, el lugar que ocupan en un discurso, y no encuentra nada. O peor, halla lo de siempre. Transitamos de las frases sin verbo ni predicado de los viejos acrónimos, a verbos y nombres a medio predicar, pendientes de contener, de definir, de hacer. De un pretérito imperfecto a un futuro indefinido. 
(Publicado en La Nueva Crónica de Léon, el 25/4/2015)

domingo, 19 de abril de 2015

Reminiscencias



 
Quizás uno de los últimos misterios que las ciencias sean capaces de esclarecer consista en explicar por qué ciertos acontecimientos perduran en nuestra memoria y otros se desvanecen para siempre. No me refiero, por supuesto, a aquellos instantes que nuestra voluntad se empeña en preservar a toda costa, a veces sin mucho éxito pese al auxilio externo de artilugios que apuntalan la ruina del recuerdo, como las fotografías. No hablo de las vivencias que consideramos dotadas de una especial significación, que creemos otorgan sentido a nuestra vida o la hacen tolerable. No. Me refiero a esos lapsos fugaces, a esas imágenes, sensaciones e impresiones que, con enigmática obstinación, se instalan en nuestra retentiva y son capaces de aparecer sin una lógica que lo explique, en el momento menos esperado, incluso años después, pues se dirían instalados fuera del tiempo y para siempre entre lo que nuestro cerebro ha seleccionado para ser como somos, sin pedirnos permiso. A veces son detalles triviales, instantáneas vacías, canciones que ni siquiera nos gustan, ecos absurdos, olores ásperos o sabores amargos... consisten en una maraña aleatoria, y ridícula si pensamos en ella, de circunstancias y situaciones, que más allá de su posible ilación, se han salvaguardado como meros fotogramas sueltos sin sentido para nosotros y menos aún para quien pudiera observarlos...
Al menos, la arquetípica magdalena de Proust iniciaba un torrente narrativo que sopesaba toda una vida. Pero nada la explicaba a ella, porque ¿quién instaló y por qué esa espoleta? ¿Cuál es su sentido? A no ser que, precisamente, su cometido sea ese: servir de asidero al relato de nuestra vida, de una vida que ya no recordamos más que por esos absurdos y frágiles instantes que nada dicen si no los convertimos en fábula, en una explicación tan legítima como farsante. Quizás sólo se trate de unas perlas desparramadas que de nada sirven si no somos capaces de ensartarlas con el hilo de un collar.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 18/4/2015)

martes, 14 de abril de 2015

Fundación



 
La pasada vez había aquí arena; vaya ahora la de cal. Muy pocas veces las cosas son como deberían en buena lógica. Muy poquitas ocasiones, tan raras que no hay fácil parangón, los proyectos culturales nacientes son ejemplares, metódicos, paulatinos, sólidos. Y privados. Y nacen de simientes comedidas que, al fructificar, devienen tallos vigorosos, leñosos troncos al fin.
Así, pongamos un caso -el caso-, la Fundación Antonino y Cinia, en Cerezales del Condado. Desde hace tiempo, con tanta discreción como constancia, en ese pueblecito de León se congregan gentes llegadas de muchos sitios cada vez que se convoca uno de sus pródigos y excelentes actos culturales. Una exposición original y sutil traída de lugares distintos y distantes, una charla de primer nivel trasplantada a lares tan modestos que se abarrota de atentos oyentes, una excursión campestre y pedagógica, un teatrillo de títeres rodeado de jolgorio infantil, una audición musical vibrante que conquista las iglesias de alrededor, descubierta su condición de salas de concierto de forma tan natural como infrecuente... 
Pero eso no es todo. Tras seis años y medio, un empeño mayor la encamina ahora hacia un centro cultural espacioso, prudentemente capaz de casi cualquier cosa, que se edifica entre los árboles (ninguno de ellos ha caído bajo el hacha...) para albergar ese entusiasmo y más que vendrá. Seguro. Un centro en el que cada forma, cada detalle y cada metro cuadrado están meditados y ceñidos a un rigor intelectual digno de tal empeño. Saben lo que quieren.
Porque el envite de la Fundación que tiene su solar natal en este rincón del Condado no ha sido, ni es, contar con un lugar epatante o desmedido para ver si luego se rellena con lo que sea, sino construir contenidos, expectaciones, participación, dar un sentido a las cosas y, después, levantar un lugar para albergarlas. Enhorabuena. Les deseo lo mejor, pues también será lo mejor para todos. Han construido empezando por los fundamentos.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 11/4/2015)