He ido a ver la
exposición sobre la llamada “cuna del parlamentarismo” que se apretuja con (o
contra) el León romano en la Casona de Puerta Castillo. No tenía intención, para
ser sincero, porque todo este asunto, como otros de su calaña, no me parece más
que humo, un humo cada vez más negro, cada vez más atufante. Pero pasaba por
allí y decidí entrar. A ver qué echaban con tanto bombo. Y esto es lo que me
pareció.
Dejando aparte
que los documentos originales poco lucen salvo que se considere su presencia al
nivel de las reliquias, que se aprecian sólo por lo que nos dicen que son -“este
hueso vulgar, asómbrese usted, fue de san Periquitín”-... Dejando aparte que
serán sustituidos por copias a poco tardar, haciendo honor a la manía de nuestro
ayuntamiento de dedicar pingues presupuestos culturales a la exposición y
alabanza de réplicas y parafernalia imitativa... Dejando aparte que el discurso
deriva sorpresiva y súbitamente hacia un nuevo panegírico, ilustrado con
desahogo digno de mejor (y otra) ocasión, sobre la gloriosa Transición
a la democracia, tópico histórico de mucho fuste leonés y medieval... Dejando
aparte que se nos ofrece como si fuera el santo advenimiento de un parlamentarismo
inédito desde época del rey Alfonso, con profusión de los sabidos políticos
cortesanos (en el sentido de Cortes, en plural) de aquel documental de la
Prego, en un derroche conceptual tan traído por los pelos como el resto... Dejando
aparte bonitas fotos versión a-ton-de-qué,
tópicos recalcitrantes, sensación de embutimiento y batiburrillo... Dejando
aparte que este tema suele tratarse con una falta de rigor y la calentura
aldeana digna de cómic de Goscinny y Uderzo (aquí, de Forges), refrendada por
la monserga con que se exhiben cunas, ropita de cama y hasta ¡un butacón del
Congreso!... Dejando aparte que me pareció cosa risible hasta que alguien mencionó
lo que había costado y entonces me pareció otra cosa... Dejando aparte todo esto...
fuese y no hubo nada.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 1/11/2014)
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