lunes, 6 de octubre de 2014

Teléfono



 
Cuando Graham Bell se aprovechó de una forma de comunicación a distancia que había inventado el italiano Meucci, seguro que no imaginaba hasta qué punto se convertiría en acicate de la mala educación y el aislamiento del individuo moderno. ¿Qué otra excusa hay para interrumpir abruptamente una conversación ajena? Aguarda uno pacientemente en la cola de una ventanilla (junto a otras desiertas, pues el personal “sobra”...) y cuando van a atendernos, alguien llama. Y le atienden; al que ha llamado. Que ni ha esperado turno, ni se ha movido de su lugar para esa gestión que, seguro, apenas puede resolver por teléfono. Se reúne uno con varias personas empeñadas en sacar adelante alguna cuestión pese a lo cargantes que son las reuniones y, sin embargo, en medio de la exposición de alguien, o cuando se analiza un tema, siempre hay alguno, a veces varios, pendientes de la pantallita de su móvil, tecleando con disimulo, a veces con descaro, haciendo omiso caso al resto de los presentes. Están ausentes, aunque “asistan” a la reunión.
Y, como los teléfonos son pequeños ordenadores provistos de ese cordón umbilical que une a los nativos tecnológicos con el mundo (sin wifi se sienten peor que Robinsón sin Viernes), se multiplican entretenimientos y regocijos que, cuando se realizan en según qué lugares o circunstancias, se convierten en ridículas faltas de educación. Y otras veces, revelan una espantosa incomunicación. Los selfies, por ejemplo (eso que la RAE llama “autofotos”). El selfie es el paradigma de la biografía virtual: un retrato que uno se hace a sí mismo para difundirlo. O sea, algo artificioso y exhibicionista. Y mucha gente procura parecer feliz, atractivo, entretenido y cool en las redes, allí donde tiende sus trapitos personales al sol. Pero, ¿qué quieren que les diga? cada vez que veo un selfie, el rostro de alguien que mira hacia y desde una pantalla, me invade un latigazo de la insufrible soledad del mundo. De todos y cada uno de los mundos.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 4/10/2014)

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