lunes, 23 de junio de 2014

Revisión



 

Llegó como llegan muchos inmigrantes, desde un rincón del oriente mediterráneo, pasando primero por Italia. Y vino para trabajar en un empeño de esos tan nuestros, de gente con ínfulas y sin mucho dinero pero gastado en cosas grandes y sin provecho. Allí fracasó, porque no fue entendido o porque simplemente no gustó, y debió buscarse la vida una vez más en otra ciudad, no muy lejos esta vez; una capital meseteña agarrada a un peñasco circundado por un río quieto, ahíta de casas apiñadas con sus blasones imperiales resecos al sol. Inopinadamente echó raíces en ella porque su obra allí sí encajó. Tanto que llegó a ser empresario y sus empleados trabajaron afanosamente para producir muchas de las exaltadas y reconocibles obras que le demandaban por doquier. Apenas las firmaba. Le pagaban mal. Gustó como para convertir en imágenes a una casta que lo escogió como supremo representante de su forma de ver el mundo, una forma alejada de la realidad, de tan sublimada, ilusoria, mística, delirante, ¿falsa?
Sin embargo, a su muerte, su empresa sucumbió con él y pocos siguieron o imitaron su sello personal, relegado a monotonías y estereotipos, fuera de la moda, cada vez más provinciano y segundón. Primero el desdén y luego, el olvido. Hasta que la rueda de los tiempos giró y hubo quien empezó a reparar en aquellas figuras imposibles, aquellos fingimientos, aquellas visiones. Y los creyeron el producto de una mente extravagante; de tan distinta, castiza y genuina; de tan extranjera, absolutamente nuestra. Hasta hubo quien pretendió que aquella originalidad era producto de un defecto, de una enfermedad. Y desde entonces, cada cual ha visto lo que quiere ver, como sucede siempre que, más allá de nombres u hombres, se ha construido un mito a imagen y semejanza de dos épocas, una pasada y la presente. Se llamaba Doménicos. El Greco. Hace cuatrocientos años que murió en Toledo, y este año todas las miradas confluyen una vez más en la suya. Que nunca es la misma.
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 21/6/2014)

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