lunes, 3 de febrero de 2014

Ilusión





Hace siete mil años un par de individuos corpulentos, avezados cazadores, recolectores ocasionales, mariscadores y pescadores de ocasión murieron durante uno de sus constantes desplazamientos estivales. Tenían apenas cuarenta años, una edad avanzada entonces, y unas duras condiciones de vida a sus espaldas. Sus cadáveres fueron depositados con mimo en una galería rocosa descendente, inaccesible para las alimañas, y se les rodeó de fragmentos de estalactitas como ofrenda hacia una vida de ultratumba que esperaba alcanzar el grupo que se desplazaba con ellos siguiendo el ritmo estacional de los fríos y las bonanzas climáticas, los latidos de una naturaleza a la que se sometían y completaban. Tal vez frecuentaban la templanza de la costa durante el invierno, aprovisionándose de los frutos del mar, mientras que durante los meses soleados arribaban a las cumbres en pos de una caza mayor cuya batida realizaban colectivamente, aunque cobrar una pieza significara una vitola de distinción. El signo de ese triunfo eran unos dientes característicos de los ciervos, que, perforados cuidadosamente, pendían de las ropas de los más hábiles y veteranos cazadores. Eran las últimas generaciones de nómadas predadores y carroñeros que recorrían el continente desde el lejano septentrión, pues, no mucho más tarde, los humanos se establecerían en hogares estables para cultivar la tierra y domesticar animales y empezar así a considerar la tierra como una pertenencia. Pero ellos nunca supieron de su crepúsculo.
De sus propios dientes, del interior de algunos de los que aún relucen impecables en sus mandíbulas descarnadas, se ha extraído gran parte de lo que nuestra infinita curiosidad homo sapiens hacia nuestros semejantes pretende saber sobre ellos. Los dientes dicen mucho de nosotros. Siete milenios más tarde, nos acercamos a las vitrinas de un museo para adivinar en las cuencas vacías de sus cráneos la mirada de unos ojos azules que nadie verá nunca jamás. ¿Vana ilusión?
(Publicado en La Nueva Crónica de León, el 1/2/2014)

No hay comentarios:

Publicar un comentario