Se escucha
corrientemente como un tópico de esos que no es necesario comentar porque pone
de acuerdo a todo el mundo. Los políticos, esa gentuza. La política, esa
vileza. Y no es cierto.
Los reprobamos
porque algunos de ellos (siempre demasiados) a menudo se comportan como si lo
de todos fuera suyo, como si les hubiéramos dado licencia para hacer lo que les
diera la gana. Y
suelen hacerlo, además, con una zafiedad tabernaria que nos avergüenza de forma
ajena y también propia, ya que nos representan a todos. Cuando nadie les mira se
comportan como gañanes, y en sus simulacros de atareamiento, desfilan
apresurados hacia despachos y poltronas despotricando a voces y repartiendo
humillaciones y broncas a unos subordinados que los desprecian pero que son
demasiado educados o tienen demasiado miedo para pararles los pies. Sin
embargo, cuando les miramos o lo hace el objetivo de una cámara, perpetran
muecas sonrientes y frases mecánicas y ampulosas cortadas por un mismo e insulso
patrón, entre pomposo y bufo, que nos resulta estomagante y aburrido. Jamás se
excusan. Jamás reconocen un error.
Hacen gala de
una intemperancia exultante o desenfadada para simular la llaneza de la buena
gente que no son mientras maquinan represalias y rumian supuestas ofensas de
quien no rinda la pleitesía que ellos ofrecen a los jerifaltes de sus
camarillas. Se creen sus prebendas por haber sido elegidos por la voluntad
popular -afirman categóricos-, ignorando adrede el sentido de ese voto y que
nadie les vota por ser, precisamente, ellos. Y menos lo harían si supieran cómo
se comportan. Otros, que también se tienen por políticos, ni siquiera han
pasado por elección alguna, ni tienen oficio o beneficio que no sea medrar de lo
público a base de arrastrar su sumisión ante quienes les apadrinan y les proporcionan
una canonjía tras otra.
Por eso y por
otras cosas, se nos hacen tan aborrecibles, pero eso no es la política. La política
es, precisamente, todo lo contrario.
(Publicado en La Nueva Crónica el 14 de diciembre de 2013).
Me asustó un poquitín tu inicio benevolente. Pero luego, hasta la severidad se te ha quedado corta, creo yo.
ResponderEliminar¿Se puede hacer la política sin los políticos? El gobierno que supone la política exige de gobernantes. Y los mejores gobernantes de las casas, de las haciendas, de los estados... son los "mayordomos". Sería preciso que tuviéramos en las políticas a gentes que sepan y sean capaces de "mayordomear"...